MARTÍN GIRÁLDEZ, RUBÉN
La generosidad se considera magia negra en este librito. El final de la amistad ha marcado el inicio de una serie de jaimitadas negras y propaganda jonda y nadie puede ponerse ya en el lugar de nadie, aunque Rañé y Bocú lo intentan de cuatro maneras: imitan la voz de Blancmange, se lo meten entero en sus cerebros, se lo sacan por la boca o las narices para hacerle dar réplicas y ocupan su espacio físico, lo suplantan. Pero ni siquiera rebajándose a lo chusco de la presencialidad tienen la garantía de suprimir ni un poco de mentira, pusilanimidad o manipulación interesada. Sagrado y desagrado es una disputa entre varias personas en una sola mente. O, para no ponernos tan estupendos, un tablao vivant de la fórmula «poner palabras en boca de otro». Los protagonistas no tienen acceso a la fuente original de la ofensa: las declaraciones auténticas de la persona a la que detestan. Su único móvil es una enemistad que no pueden demostrar que sea ni mutua ni interminable.