COSMEN CONCEJO, JAVIER
½A mitad de los años sesenta -afirmaría Keith Richards en 1971 -, colocabas el single de éxito junto a diez temas de mierda en un disco, y lo sacabas al mercado. Ahora, es el álbum en sí lo importante+. Sticky Fingers rezuma calidad por los cuatro costados y se ha ganado, por méritos propios, constituir uno de los pilares que sustentan la reputación de los Rolling Stones. Para muchos es su mejor disco... pero, lo que sí es seguro, es que la época en la que se forjó -la misma en la que también nacieron algunas de las canciones de su otro trabajo estrella, Exile On Main Street -, supuso un cambio vital para el grupo británico, y es ahí donde reside su importancia. Es un fiel reflejo de la madurez que, como banda de rock, llegaron a alcanzar. La intención de este libro no es otra que trasladar al lector al marco de la creación de una gran obra, para que pueda entenderla y, llegado el caso, disfrutarla en su total magnitud. Siempre desde el sentido común y alejado de la subjetividad del fanatismo mal entendido porque, como dijo Keith Richards: ½No puedes tomarte un disco como otras personas consideran la Biblia. Es solo un puto disco, tío+.
«A mitad de los años sesenta ?afirmaría Keith Richards en 1971 ?, colocabas el single de éxito junto a diez temas de mierda en un disco, y lo sacabas al mercado. Ahora, es el álbum en sí lo importante». Sticky Fingers rezuma calidad por los cuatro costados y se ha ganado, por méritos propios, constituir uno de los pilares que sustentan la reputación de los Rolling Stones. Para muchos es su mejor disco? pero, lo que sí es seguro, es que la época en la que se forjó ?la misma en la que también nacieron algunas de las canciones de su otro trabajo estrella, Exile On Main Street ?, supuso un cambio vital para el grupo británico, y es ahí donde reside su importancia. Es un fiel reflejo de la madurez que, como banda de rock, llegaron a alcanzar.
La intención de este libro no es otra que trasladar al lector al marco de la creación de una gran obra, para que pueda entenderla y, llegado el caso, disfrutarla en su total magnitud. Siempre desde el sentido común y alejado de la subjetividad del fanatismo mal entendido porque, como dijo Keith Richards: «No puedes tomarte un disco como otras personas consideran la Biblia. Es solo un puto disco, tío».