Acostumbra el hombre hablar con su cuerpo, ojear su ojo, orejear diamantino su oreja, naricear cartílago adentro el plazo de su aire, y así ojeando orejeando la no persona que anda en el crecimiento de sus días últimos, acostumbra callar. Lo cierto es que llueve. Pensamiento o liturgia, lo cierto es que llueve. Gaviotas milenarias de agua amniótica es lo que llueve. Sale entonces la oreja de adentro de su oreja, la nariz de su nariz, el ojo de su ojo: sale el hombre de su hombre. Se oye uno en él habl