Ausente de los planes de estudios escolares, la Divina Comedia remite en España a un puñado de referencias genéricas, tales como el uso del adjetivo «dantesco» para indicar algo espantoso y terrible, sin que se conozca realmente sus contenidos. En la patria de Dante se estudian, en cambio, durante tres cursos de enseñanza superior respectivamente el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, pero permanece la idea de que se trata de un texto de difícil comprensión, accesible únicamente a los eruditos.
Contrariamente a esto, esta obra maestra de la literatura universal se creó para que la leyera el pueblo. Así lo muestra la historia del presente libro, que nace de las conversaciones del autor, primero con sus hijos -a petición propia- y los amigos de éstos, llegando a juntarse unos doscientos, después con un grupo de amas de casa y, por último, con miles de chicos y adultos en toda Italia. De este trabajo surge la asociación Centocanti, una especie de Comedia viviente.
Dante no es un autor reservado a unos pocos elegidos, sino «uno de nosotros». Un descubrimiento que el autor del libro hizo con doce años, mientras cargaba cajas de botellas por las escaleras de una bodega, fulminado por el verso: «Tú probarás qué duro camino es el de bajar y subir por las escaleras de los demás». Esa intuición le llevó al estudio apasionado de Dante, descubriendo el hilo que recorre su obra: el deseo, la búsqueda del Bien, de ese «amor que mueve el sol y las demás estrellas».
En estas fascinantes conversaciones se invita a emprender, en compañía de Dante, el viaje hacia «un bien en el cual el alma se complace» para vivir como hombres la aventura de la vida.