VILAR SÁNCHEZ, JUAN ANTONIO
Tras su primera gran victoria militar en Pavía en 1525 contra su émulo Francisco I, y tras la concordia de Madrid de 1526, el emperador Carlos V se casó en marzo de 1526 con Isabel de Portugal en Sevilla. Si en origen había sido solo una boda política de la que el césar se prometía una suntuosa dote con la que financiar su deseada coronación papal en Roma, al poco de conocerse, los jóvenes conyugues quedaron prendados el uno del otro. Con la llegada del calor estival, a finales de mayo de 1526, la pareja se trasladó a Granada, camino de su meta italiana. Al llegar a Granada el destino los frenó seis meses y una semana, teniendo la pareja tiempo de conocerse y de disfrutar de su amor, amén de la caza, de la música, de los banquetes y de las múltiples fiestas organizadas en su honor. La estancia granadina fue extraordinariamente beneficiosa para la pareja, quedando Isabel embarazada del que luego sería el heredero, el príncipe Felipe. También la ciudad de Granada y su Alhambra se beneficiaron de esa estadía por medio de una serie de fundaciones reales que transformaron la vieja capital musulmana en una moderna ciudad cristiana renacentista y que dejaron como resultado el palacio de Carlos V, único palacio mandado construir por el emperador; la Catedral, futuro panteón imperial; el Hospital Real, iniciado por sus antecesores los Reyes Católicos; las reformas realizadas en la Real Audiencia y Chancillería; la fundación de la Universidad de Granada, así como diversos colegios dedicados a formar a los hijos de los moriscos, e iglesias. Todas esas fundaciones revitalizaron a la olvidada capital del reino de Granada que, por razones geoestratégicas, había ido quedando marginada y separada del poder. La ciudad se convirtió nuevamente en centro de la historia europea, como ya lo había sido en 1492, descubriendo de nuevo los europeos este exótico lugar en el que convivían cristianos viejos y nuevos. La pareja imperial quedó prendada de la ciudad y del tiempo pasado en ella, obligándoles finalmente los problemas políticos y militares a despertar de ese largo sueño de amor veraniego, abandonando Granada para retornar a la rutina diaria del gobernante.