JOURNAL DES ASSASSINS
Un misterio envuelve el Diario de los Asesinos, del que poco o nada sabemos. A lo sumo, una serie de datos que generan una fascinación que, en este caso, se encuentra plenamente justificada. Es una rotunda joya literaria de la que ignoramos la identidad real de esos redactores que se escondían bajo los nombres de infames asesinos como Troppmann o Walder. En sus páginas, encontramos odas a la guillotina, ofertas de empleo para forzudos estranguladores, bandas de atracadores y ½asesinos de buena voluntad+, mientras se entona su sangriento himno La Marsellesa de los Asesinos (½¡A las armas, acuchilladores!, exclama). El Diario de los Asesinos es hilarante, deliciosamente cruel y, sobre todo, divertidísimo. Thomas de Quincey dirigiendo una Sociedad en Apoyo al Acuchillamiento Francés
Un misterio envuelve el Diario de los Asesinos, del que poco o nada sabemos. A lo sumo, una serie de datos que generan una fascinación que, en este caso, se encuentra plenamente justificada. Es una rotunda joya literaria de la que ignoramos la identidad real de esos redactores que se escondían bajo los nombres de infames asesinos como Troppmann o Walder. En sus páginas, encontramos odas a la guillotina, ofertas de empleo para forzudos estranguladores, bandas de atracadores y «asesinos de buena voluntad», mientras se entona su sangriento himno La Marsellesa de los Asesinos («¡A las armas, acuchilladores!, exclama). El Diario de los Asesinos es hilarante, deliciosamente cruel y, sobre todo, divertidísimo. Thomas de Quincey dirigiendo una Sociedad en Apoyo al Acuchillamiento Francés